NARRATIVA
DEL AMOR Y LAS ESTACIONES
Primavera de 1964
Hola, Miguel.
Matilde me dio ayer la carta que me has escrito. Nunca pensé que yo le gustara a ningún chico de la escuela. No soy guapa ni me pongo vestidos bonitos, porque no los tengo. Tú dices que es porque yo no soy como las otras, porque no ando haciendo tonterías, ni estoy riendo siempre por cualquier cosa. Dices que te gusta verme leer en el recreo, en vez de saltar a la comba o andar contando secretos al oído de las amigas. A mí me parece que ésos no son motivos para gustar, pero si tú lo piensas...
No sé si quiero ser tu novia, pero a mí también me gustas. Tú también andas siempre con algún libro en las manos. Y eres el primero de la clase. Pero no es sólo por eso. Es porque tampoco tú eres como los otros chicos. No estás haciendo el burro a cada rato, no vas dando empujones. Hasta cuando jugáis al fútbol parece que tú estés soñando...
FAMILIA CON PERRO
1. Sonido desnudo
Ramiro ha puesto el disco de Giuseppe Di Stefano que yo le regalé. Pero nadie parece escuchar la cálida voz con la que el tenor italiano canta las arias de Puccini. Todos hablan a la vez, aunque sin algarabía. El tono de las voces no es muy elevado; no es que susurremos, es que solo somos cinco; y nos es suficiente poco más que un balbuceo, para escucharnos en medio de este comedor espacioso y con los techos tan altos. Como las ventanas están abiertas, cuando callamos, por encima del tintineo de vasos y cubiertos, incluso por encima de la música, nos llega el rumor de las olas, el runrún de los barcos que faenan en la bahía cercana, el graznido de alguna gaviota y hasta, intermitentemente, el ladrido lastimero de Cortázar, el perro, que siempre está triste y parece asustado cuando ellos, que son los amos, están en casa.
Irene se levanta de la mesa y acude a la cocina, porque la tetera ha empezado a pitar. Solo la barra nos separa y ella sigue hablando con su cuñada desde el otro lado. “¿Entonces no te vas a bañar, con la noche tan buena que hace?”. Claudia le responde que no se ha traído el bañador, a la vez que su hermano, Ramiro, levantándose de la silla, que cruje como si se quejara al liberarse
CUANDO YO ERA NIÑO ME LLAMABA RAMÓN
Cuando yo era niño me llamaba Ramón y estuve enredado en un asunto de espías, por eso luego decidí cambiarme el nombre.
A ustedes esto les parecerá sorprendente. Más aún si saben que nací y pasé la infancia en un pueblo de la provincia de Albacete, lejos de grandes ciudades, de instalaciones militares estratégicas o centros de investigación importantes… Un pueblo sin historia, sin leyendas, sin barrio árabe o judío, sin más monumento que la iglesia parroquial, que decíamos que era “de cuando los moros”, como si éstos hubieran andado construyendo iglesias por las llanuras manchegas. Un pueblo anodino en el que, por no pasar nada, ni siquiera había habido ningún muerto durante la guerra civil: ningún rico ajusticiado por los milicianos, ningún republicano al que le hubieran dado el paseíllo los falangistas.